El agua es el factor abiótico más limitante de la productividad del maíz en Argentina. Su falta impacta negativamente en el tamaño y perdurabilidad de las hojas verdes y, por ende, sobre la capacidad del cultivo para capturar radiación solar.
Para obtener una productividad satisfactoria en el cultivo de maíz es importante mantener un crecimiento elevado durante todo su ciclo. No obstante, existe una ventana de tiempo, conocida como período crítico (desde 15 días antes hasta 15 días después de la floración), en la que el nivel de crecimiento que alcanza el cultivo se asocia estrechamente a la cantidad de granos fijados por planta y, por ende, al rendimiento a cosecha.
Así, la ocurrencia de un estrés por falta de agua durante este período puede generar grandes mermas de rendimiento. El hecho de que la duración del período crítico sea acotada en maíz (en relación con otros cultivos como girasol y soja) limita las posibilidades compensación en su performance ante un ocasional restablecimiento del estado fisiológico de las plantas.
Por ello, las prácticas de manejo en escenarios con restricciones hídricas cobran especial importancia para este cereal y debieran por todos los medios distribuir el presupuesto de agua disponible de forma tal que las deficiencias hídricas no impacten en el crecimiento del maíz durante el período crítico.
Sobre la base de los pronósticos de tiempo disponibles, el conocimiento de la zona, la planificación de las rotaciones y una cuantificación del agua disponible en los diferentes estratos del suelo previa a la siembra, se deberá realizar una estimación del presupuesto de agua con el que contará el cultivo y de la demanda evapotranspirativa que ejercerá el ambiente. Esto permitirá establecer o detectar posibles desbalances entre la oferta y la demanda de agua.
Prácticas
Una de las prácticas más difundidas para prevenir la eventual ocurrencia de un desbalance hídrico durante el período crítico es la modificación de la fecha de siembra. En este sentido, en diversos estudios zonales se han demostrado las bondades (cuando existen) del atraso de la fecha de siembra en términos probabilísticos para años con diferentes pronósticos de precipitaciones.
Otra de las prácticas con la que cuenta el productor para optimizar la productividad del cultivo bajo escenarios hídricamente restrictivos es la selección del híbrido a sembrar. Existe genética con menor susceptibilidad a resignar rendimiento ante la incidencia de condiciones ambientales restrictivas para el crecimiento como las que promueve el déficit hídrico.
Una de las respuestas ecofisiológicas diferenciales identificadas en los materiales comerciales para hacer frente a este tipo de escenarios radica en que las plantas puedan mantener una distribución elevada de asimilados hacia la espiga y favorecer la supervivencia de las estructuras reproductivas que determinan el número de granos a cosecha.
Otro aspecto importante para considerar es el manejo de la densidad de siembra, la cual debe ajustarse con precisión al ambiente y al híbrido utilizado. Claramente en ambientes más restrictivos la densidad de plantas del cultivo debe reducirse hasta niveles en los que la eficiencia reproductiva de las plantas (ratio número de granos a cosecha/nivel de crecimiento) no se encuentre limitada por una competencia intraespecífica sobredimensionada. Por ello, los semilleros evaluamos todos los materiales bajo diversos niveles de densidad de siembra atravesando gradientes de calidad ambiental muy amplios.
Finalmente, las prácticas antes mencionadas son aplicables dentro del marco de la agricultura de precisión, a la cual tampoco los semilleros estamos ajenos. El manejo variable del maíz por ambientes dentro de un mismo lote abarca un mundo de oportunidades por explorar. Los avances logrados mediante el uso de densidad y fertilización variables han contribuido fuertemente a la optimización de los resultados del productor, con un aprovechamiento “inteligente” de los recursos.
El autor es gerente del cultivo de maíz en Nidera Semillas
Por Luis Mayer
Fuente: La Nación