El INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) participó de la realización de un estudio para medir la huella de carbono en la cadena de trigo argentina. El trabajo realizado junto al INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) a pedido de ArgenTrigo (Asociación Argentina del Trigo) concluyó que los niveles de emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero se encuentran por debajo de los valores internacionales. En el proyecto, colaboraron la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y empresas privadas del rubro de producción de harina de pan y de pastas secas.
En la actualidad, existe una preocupación generalizada por el cuidado del ambiente, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y el calentamiento global. La utilización de energía y el consumo de insumos en las actividades económicas, a lo largo de la cadena de producción generan una cantidad significativa de contaminantes que se emiten a la atmósfera y la suma de dichas emisiones de gases es lo que se denomina huella de carbono.
Según el tercer informe bienal de actualización presentado por el Ministerio de Ambiente a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -leer- en nuestro país el agro contribuye con el 37 por ciento del total de las emisiones de GEI; año tras año, se evidencia una mayor concientización y preocupación de los miembros de este sector para reducir las emisiones generadas por la producción agrícola y ganadera. -leer- El ingeniero Rodolfo Bongiovanni, coordinador de la plataforma Análisis del Ciclo de Vida de Huellas Ambientales del INTA señala que de ese valor, el 21, 6 por ciento responde a actividades de ganadería, el 6,2 por ciento corresponde a agricultura y el 9,4 por ciento se genera por actividades de cambio de uso de suelo, conocido habitualmente como desmonte. “Esta contribución se traduce posteriormente a la huella que llevan los alimentos”, advirtió el experto.
“Para el estudio contabilizamos las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en toda la cadena de valor del trigo, desde la producción y uso de los insumos y energía de las etapas agrícola e industrial, hasta el traslado a puerto del grano de trigo o al cliente mayorista en el caso de la harina pan y la pasta seca”, afirmó la ingeniera Leticia Tuninetti, integrante del Departamento de Química Analítica y Residuos Urbanos de INTI con sede en Córdoba.
El trabajo llevado a cabo consistió en analizar una tonelada de grano en la puerta del campo, una tonelada de grano en el puerto de exportación, un kilogramo de harina en el cliente del molino harinero y un kilogramo de pasta seca de sémola en el cliente del molino fideero.
Producto de este trabajo, se encontró que la huella de carbono de la producción agrícola de trigo de Argentina resultó en 146,5 kg CO2 eq/t de trigo en la tranquera del campo. Este es un valor promedio considerando distintos niveles tecnológicos de producción relevados y analizados (alto con mayor desarrollo, medio y bajo con poco o nulo desarrollo). “Cuando hablamos de dióxido de carbono equivalente, nos referimos al dióxido de carbono y a los otros GEI (metano, óxido nitroso, entre otros)”, afirmó Tuninetti.
Si se suman las emisiones de GEI del transporte carretero para llegar al puerto de exportación, el valor de huella de carbono de una tonelada de trigo puesta en dicha locación asciende a un total de 184,4 kg CO2 eq/t de trigo, teniendo en cuenta las distancias de recibo de los distintos puertos de Argentina desde donde se exporta el cereal.
Por otro lado, si en lugar de exportarse, el trigo es llevado a la industria local para producir alimentos, se agregan diferentes insumos y se usa energía de distintas fuentes, por lo que la huella de carbono para la harina pan alcanza un valor de 343 g CO2 eq/kg de harina, puesta en el cliente del molino harinero. En el caso de la pasta seca de sémola, para producir fideos largos tipo tallarín o spaghetti la huella de carbono alcanza un valor de 541 g CO2 eq/kg de pasta, también puesta en el cliente del molino.
El análisis de estos parámetros es útil para valorizar la elaboración de productos de bajo impacto ambiental. Argentina es el sexto exportador mundial de trigo y este cereal representa el 4,4 por ciento de las exportaciones del país por encima del sector siderúrgico y pesquero.
En la conclusión del trabajo se detalla que la fertilización nitrogenada es el punto más importante sobre el cual se debe actuar para disminuir la huella de carbono a campo. “Una de las maneras de lograr este objetivo, es la introducción de leguminosas en la rotación de cultivos”, mencionan los analistas.
Otro aspecto importante es el consumo de gasoil en los procesos de producción agrícola. Para ello, es clave la elección del sistema de laboreo, así como del tractor adecuado y su mantenimiento. Una alternativa productiva potencial serían los cultivos perennes de trigo, ya que no sería necesario sembrar cada año, como así también los motores de bajo consumo y bajas emisiones.
Los autores sostienen que todas las estrategias orientadas a mejorar los rendimientos, van a disminuir la huella de carbono de la cadena del trigo. Esto puede transformarse en un incentivo para que cada vez más productores sumen mayor nivel tecnológico a su producción, destacan en su informe.
Los resultados muestran que los niveles de emisión de dióxido de carbono en la cadena de trigo argentino se encuentran por debajo de los valores internacionales; el dato es muy útil ya que permitiría explorar el mercado internacional para ofrecer productos elaborados con bajo impacto ambiental.
Estas mediciones de huella de carbono y otras huellas ambientales están en línea con las estrategias a largo plazo de las principales potencias del mundo, como USA, China, Alemania y Corea del Sur en materia de reducción de emisión de gases de efecto invernadero; dichos países se comprometieron a ser carbono neutral dentro de los próximos 30/40 años. Y cuando se habla de carbono neutralidad se involucra a toda la cadena de valor. Ninguna empresa pequeña, mediana o grande que exporta su producción estará exenta en los próximos años de calcular su huella de carbono e informarla, como parte de la cadena productiva que alimenta al mundo.
Fuente: BCR News