Con el objetivo de acompañar la nueva decisión de campaña para el cultivo de maíz, del que aun resta por recolectar al menos la mitad de la superficie de la campaña pasada, desde la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) encararon un ciclo de entrevistas para ajustar el manejo del cereal y conseguir los mejores rendimientos apoyadas en cinco clave.
En esas cinco se agrupan fecha de siembra, estado hídrico del perfil, genotipo/densidad, nutrición y construcción de ambientes.
Por cada apartado, un técnico dio su mejor recomendación en la última charla de “Agenda Aapresid”, la plataforma de “streaming” de la Asociación.
De las claves, hay una ellas en la que se coincidió que los productores deben seguir mejorando.
En la construcción de ambiente en el tiempo hay que revisar las estrategias: “La diferencia en la performance de maíces sobre lotes que vienen de años de buen manejo es notable. La calidad química, estructural y biológica de estos suelos hacen la diferencia respecto de aquellos con manejo deficiente”, dice José Luis Zorzín, de socio Aapresid en el sudeste cordobés, de la regional Los Surgentes-Inriville.
El técnico, luego de este aspecto, posiciona la importancia de la densidad y la calidad de implantación.
En lo que hace a la fecha de siembra, Gustavo Maddoni, experto en ecofisiología del cultivo y docente de la Facultad de Agronomía (UBA), enfatizó en que, en los ambientes de la zona núcleo, “donde los balances hídricos a inicio del verano suelen ser más favorables, conviene optar por fechas tempranas para que el periodo más crítico coincida con las mejores condiciones de luz y temperatura de diciembre”.
Conocer el estado hídrico del perfil al inicio de la campaña debe acompañar, sí o sí, para la elección de la fecha de siembra. “Si elijo sembrar en primavera se debe optar por un perfil bien cargado de humedad”, aseguró el especialista.
Por su parte, sobre genotipo/densidad, si se apunta a optimizar el rinde habrá que elegir genotipos tolerantes al estrés y mayores densidades, de manera de aprovechar al máximo los recursos disponibles.
Si la estrategia es asegurar el cultivo en un ambiente errático desde lo hídrico, habrá que bajar densidades y optar por genotipos con plasticidad reproductiva-prolificidad o espigas de macollos.
Con respecto a la base nutricional, en sitios donde se apuesta al máximo rinde, esto es imprescindible para expresar ese mayor número de espigas por metro cuadrado.
“La buena nutrición es variable obligada. Pero también lo es en ambientes marginales donde se opta por las estrategias de plasticidad antes mencionadas: una buena base nutricional que se busca capitalizar ante buenas rachas hídricas”, destacó Andrés Grasso, del área técnica del Fertilizar Asociación Civil.
Fuente: Infocampo