Un nuevo factor estructural acaba de arribar al mercado internacional de soja y se trata de una excelente noticia para todas las naciones sudamericanas que producen el poroto “estrella” de la economía global.
El hecho en cuestión ocurre en India, el otro “gigante” mundial que, si bien hasta ahora permanecía dormido, comenzó a despertarse –como sucedió con China dos décadas atrás– para comenzar a formar parte del sistema de formación de precios de la soja.
En la India, donde no está habilitada la soja modificada genéticamente, los “premios” ofrecidos por la harina de soja sin transgénicos hicieron irresistible la exportación de ese producto hacia Europa y EE.UU., donde se emplea para producciones de carnes orgánicas.
Pero lo que fue una “fiesta” para las empresas exportadoras, terminó siendo un dolor de cabeza mayúsculo para las industrias usuarias de harina de soja, porque se acabaron las existencias internas de producto y los precios escalaron hacia la estratósfera.
Las exportaciones totales de harina de soja de la India en la campaña comercial 2020/21 –indica un informe del USDA– alcanzaron 2,05 millones de toneladas, una cifra ¡131% superior a la del ciclo 2019/20! Y la buena noticia es que en 2021/22 el USDA prevé que las ventas externas del producto serían de 2,10 millones de toneladas.
Como los exportadores de harina de soja –fundamentalmente Argentina, Brasil y EE.UU.– sólo elaboran el producto en base a granos modificados genéticamente, entonces India, que no habilitó la producción ni la importación de soja transgénica, estaba realmente en problemas.
Lo que sucedió es que los productores avícolas, lecheros y acuícolas indios fueron a golpear las puertas de los despachos oficiales del gobierno nacional para que autorice el ingreso de harina de soja elaborada con granos modificados.
Así es como a fines de agosto pasado el gobierno indio relajó su política de importación de manera temporaria para permitir embarques de harina de soja provenientes de porotos transgénicos que fuesen declarados hasta el 31 de octubre de 2021 con un plazo de recibo máximo del 31 de enero de 2022.
“La decisión del gobierno de la India de permitir las importaciones de harina de soja de origen extranjero ha contribuido directamente a la supervivencia financiera de las industrias avícola, láctea, acuícola y ganadera nacional”, indica sin rodeos el informe del USDA.
Pero la Asociación Nacional de Criadores Avícolas de India, por temor a que se repitan los elevados precios registrados este año, está solicitando al gobierno que extienda hasta el 31 de marzo de 2022 el plazo para recibir embarques de harina de soja.
En ese marco, se espera que India importe en el presente ciclo comercial 2021/22 al menos 850.000 toneladas de harina de soja –la mayor parte de la cual será aportada por la Argentina–, mientras que apenas dos campañas atrás no tenía presencia alguna en ese mercado.
Adicionalmente, este año el gobierno de India redujo los aranceles de importación de aceites vegetales con el propósito de contener las presiones inflacionarias promovidas por la suba de ese insumo agroindustrial. Los principales beneficiarios de la medida fueron los aceites crudos de soja y girasol, que son precisamente aquellos que la Argentina exporta a India.
Si bien India establece históricamente aranceles elevados para proteger a su industria aceitera, en los últimos tiempos la capacidad de producción interna no alcanza a satisfacer la demanda.
El USDA proyecta que en 2021/22 las importaciones de aceite de soja por parte de India serían de 3,72 millones de toneladas versus 3,24 millones en 2020/21.
“Se espera que la medida reduzca los precios de los aceites comestibles durante la temporada navideña de este año, lo que ayudará a contrarrestar la inflación de los alimentos”, apunta el USDA. La reducción de aranceles, en principio, estará vigente hasta el 31 de marzo de 2022.
Fuente: Bichos de Campo