En febrero de este año escribí por este medio que "2022 fue el tercer año Niña consecutivo en la región pampeana, con graves pérdidas en la producción, no solo de granos sino también de carne y leche, estimándose pérdidas, desde el año 2003, de 28.000 millones de dólares".
A eso se le suman las estimaciones de pérdidas de 2023, que suman otros 22.000 millones de dólares, es decir, cifras multimillonarias. No solo son pérdidas de divisas, sino también frustración, desánimo, inquietud y desesperanza de quienes trabajan en el campo. Desde la gestión pública nacional y provincial se propusieron algunos instrumentos para mitigar las pérdidas, sin abordar la cuestión de fondo: los diferentes agroecosistemas productivos de la región pampeana son extremadamente vulnerables a los cada vez más frecuentes eventos extremos (excesos y déficit de agua), provocados por el cambio climático, que generan impactos negativos que se traducen en una frase: cada vez somos un poco más pobres. Pensar que la macroeconomía Argentina se "salva" con un par de buenas cosechas de la mano de lluvias oportunas, no solo atrasa sino que tampoco es cierto.
Pero, por qué pensar en riego si se pronostican lluvias por encima de lo normal (¿ciclo Niño?) La respuesta es relativamente sencilla: porque a continuación ocurrirán períodos secos!!. Además, las finanzas de las empresas agropecuarias están exhaustas y si se recupera la producción hay otra expectativa en los productores. Es cuestión de planificar, acción que muy pocas veces se lleva a cabo y, considerando que el recurso hídrico es un bien público gestionado por los estados provinciales, son éstos los principales responsables de promover políticas públicas. Ello no implica repartir subsidios a diestra y siniestra (acción preferida cuando hay crisis) sino elaborar políticas de gestión que ordenen el uso del agua. Entre las principales se pueden mencionar:
a) ¿Cuáles son las fuentes de agua (cantidad y calidad) disponible que existen?; b) ¿Qué suelos son los más apropiados para incorporar riego?; c) ¿Cuáles son los cultivos y los sistemas productivos asociados que mejor responden a riego suplementario?; d) ¿Qué métodos de riego son los más adecuados?; e) ¿Qué conocimiento se necesita para una adecuada gestión agronómica del riego?; f) ¿Hay proveedores suficientes que presten servicios de riego?; g) ¿Existe infraestructura energética adecuada? Se pueden usar nuevas fuentes de generación (solar, por ejemplo); h) ¿Cuáles son las fuentes de financiamiento que se pueden utilizar?; i) se puede integrar el riego con obras de drenaje para aprovechar los excesos hídricos?
Estas acciones necesariamente deben ser llevadas a cabo por cuenta del Estado Provincial, organizando una dependencia específica que tenga profesionales idóneos para adecuar los artículos de la Ley de Aguas referidos al uso agropecuario, a la necesidad de estudios previos, a los procedimientos requeridos para conseguir permisos y habilitaciones, entre otros. Es decir, no se trata de crear nueva burocracia sino de impulsar un tema que no ha sido considerado por las sucesivas gestiones provinciales pero que tiene cada vez más importancia estratégica.
Esta frase, ¿es un lugar común o tiene otro sentido? ¿Cuáles son las principales ventajas competitivas de Argentina en relación a otros países productores de alimentos?
Sin duda los suelos con horizontes profundos que pueden retener abundante cantidad de agua, relieve plano y acuíferos accesibles que, comparados con suelos someros, relieve quebrado y acuíferos poco accesibles de algunas regiones productivas de Brasil y Uruguay, permite aprovechar las lluvias y complementar con riego en algunos períodos claves para los cultivos. Esto permite sostener la productividad y, por ende, garantizar alimentos seguros todos los años. Lo que nos falta es previsibilidad y políticas de mediano y largo plazo. Este rumbo es la oportunidad que tienen los nuevos gobiernos provinciales. Es el momento para hacerlo!!.
Fuente: Campo Litoral