“Venimos de un 2023 que va a quedar en los libros de historia de la economía agropecuaria porque la verdad que tuvo de todo”. Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral Sede Rosario, analizó el escenario productivo que va quedando atrás y se refirió a la nueva campaña. Tomando en cuenta las buenas perspectivas de producción que se estiman para el ciclo 2023/24, dijo que los productores agropecuarios se paran positivamente ante las nuevas políticas economías pero advirtió que “los precios ya no van a tener los niveles de locura que tuvieron el año pasado”.
—¿Cómo queda el sector agropecuario a partir de la combinación de distintos cambios que hubo en la política económica, desde la devaluación hasta el proyecto para subir retenciones o los cambios que hay en materia de comercialización?
La cosecha de girasol en el centro-norte de Santa Fe concluyó con rindes menores a lo esperado.
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— Hay que tener presente que se estaba hablando mucho de que se iba a devaluar, lo que generaba incertidumbre y agrandaba la brecha cambiaria. Después de la devaluación a los $ 800 esa brecha se acortó muchísimo y esa cuestión despeja un poco el panorama,. Todavía hay algunas limitantes para poder participar de la compra de dólares, sobre todo para quienes participaron del dólar soja y el dólar agro. Pero esto en algún momento va a ser revisado. El tema es que no se ve claramente cuál va a ser el comportamiento que van a tener las variables de aquí para adelante. De hecho, la ley ómnibus va a ser tratada a fines de enero. La mayor incertidumbre es si estos $ 800 por dólar van a ir acompañando la inflación que estamos teniendo en estas últimas semanas. Si no hay un corrimiento de tipo de cambio probablemente se empiece a retrasar. La pregunta, ahora es cómo sigue en los próximos cuatro meses. Recién vamos a tener cosecha de soja y de maíz para abril y mayo. Todavía no estamos viendo tan claro para ese momento.
— ¿Cómo se balancea el beneficio de la devaluación con la suba de retenciones y la inflación sobre los costos?
— En lo impositivo el aumento de maíz y trigo, que pasan de 12% a 15% tiene un impacto, pero no es tan gravitante. En un trigo en la zona de los u$s 200 ó u$s 220 estamos hablando de siete dólares por tonelada de diferencia. Y en un maíz que está operando en la zona de los 370 a 380, hablamos de unos cinco dólares de diferencia. En ambos casos, además, venimos con derechos de exportación que se pagaron el año pasado y que, en virtud de la mala campaña, fueron reprogramados para este año. Sí es más importante en el caso del girasol, que es un cultivo importante en el Norte de santa Fe. Estaba con una retención al aceite y la harina del 6% y el 7% y ahora todo eso se va al 15%. Sobre un precio de la zona de los 300 dólares, tenemos un impacto de 40 dólares por tonelada. En soja la novedad fue que se eliminó el diferencial arancelario entre los subproductos y el poroto que era de un 2%, en un momento en el que la capacidad de pago que tiene la industria está por abajo de la exportación. Esto la termina complicando todavía más.
— Venimos de la peor sequía en los últimos 60 años ¿Cómo encuentra este cambio de escenario al sector agropecuario en materia de stocks y comercialización?
— Venimos de un 2023 que va a quedar en los libros de historia de la economía agropecuaria porque tuvo de todo, desde la mala campaña, los dólares agro, las tasas de interés negativas en dólares y muy altas en pesos. Fue un año súper complicado de transitar y hoy nos está dejando con stocks bajos de maíz y relativamente bajos de soja. Disponibilidad existe pero en el caso de maíz hay lo justo para llegar a empalmar campañas. En soja, la industria tomó medidas, que significaron bajar el uso de su capacidad instalada. Este año está trabajando en promedio solo al 35%. Un año mediocre sería un 60%. Las industrias de soja se dieron cuenta de que sí salían a pagar precios más altos para que el productor se desprendiera del grano, iban a llevarlos a cualquier nivel y, de todas formas, no iba a haber granos. Por eso directamente bajaron el uso de capacidad instalada para que, lo que se muela, se muela con margen positivo. Estamos llegando al empalme de campañas con poca cantidad de mercadería pero esto no se está viendo reflejado en los niveles de precio como uno se podría imaginar.
—¿Qué está operando para que esto no se refleje?
— En el caso de la soja juega esta decisión de la industria de trabajar a una capacidad instalada muy baja. En el caso del maíz tuvimos hasta hace muy poquito un mercado muy activo de los consumos, como ganadería, las avícolas, los cerdos, la producción de leche, de biocombustible. Todos fueron comprando lo que necesitaban. En muy poquito tiempo más, fines de enero o febrero, vamos a empezar a tener el maíz en Entre Ríos y se espera una campaña mejor en cuanto a rendimiento. Por eso ahora los precios están más tranquilos. Se está viendo dentro de muy poquito tiempo que vamos a empezar a tener la oferta de la nueva campaña y esto va a cambiar totalmente el escenario.
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— Con todo este conjunto de medidas ¿qué escenario se prevé para lo que pueda ocurrir con los precios en el mercado interno en función de una mejor producción y está liberación del mercado?
— Estamos esperando una muy buena campaña en Argentina, unas 50 millones de toneladas de soja y 54 millones de toneladas de maíz, que no es muy diferente de lo que se pensaba que íbamos a tener al comienzo de la campaña pasada, antes de la sequía. Viendo la producción que viene, los precios ya no van a tener los niveles de locura que tuvieron el año pasado. También tenemos que tener presente que la campaña en Brasil, si bien podría tener algunos recortes, no va a ser tan mala. Con lo cual, los precios internacionales están muchísimo más tranquilos que el año pasado. Como vamos a tener un nivel de oferta más abundante, los niveles de precio no van a ser un problema. Este año esperamos tener un mercado mucho más libre, sin los fideicomisos ni las limitaciones para la exportación. Por eso pensamos que vamos a empezar a tener competencia abierta en el mercado, con el valor que paga la exportación como piso. Después los consumos van a tener que ir convalidando precios un poco más altos para retener parte de la mercadería en el mercado interno,que se lleva el 40% de la producción. En los momentos en los que tenés una caída de producción, los saldos exportables se reducen y ahí se pone muy complejo. Este año arranca, en principio, menos complejo para las cadenas de valor. El problema pasa por las dudas sobre si se mantienen los esquemas de tipo de cambio positivos que estamos viendo ahora. El impuesto País deja el tipo de cambio importador en $ 960 y la relación de insumo-producto tiene un desequilibrio.
—Tras un año tan duro, el productor se encuentra comprometido financieramente?
— Esta era una gran preocupación que teníamos a fines del 2022 y a principios del 2023. Este es un sector que siembra e invierte y recién a los 6 meses tiene los ingresos con lo cual el financiamiento es una parte súper importante de la actividad. ¿En 2023 cómo se solucionó esto? Utilizando mucho crédito en pesos que después, entre la devaluación y la inflación, terminó con tasas negativas, refinanciando parte de los compromisos para la campaña que viene. Y hubo algo de financiamiento en dólares para poder empalmar. Esperamos una campaña muy buena productivamente que permitiría levantar todo este endeudamiento. Una parte importante se afectará al pago de los compromisos del año de la seca. Lo que se financió en pesos se licuó con la devaluación y lo que se financió en dólares se hizo con tasas muy bajas o inclusive hasta negativas. Con lo cual no es una situación tan grave pero habrá que pagar lo que se refinanció de la 23/24 más el costo de lo que se compró en la 24/25 financiado a cosecha y esto va a generar una necesidad de fondos y por lo tanto un nivel de venta en cosecha importante. Estamos transitando a mercados más tradicionales.
Fuente: Agroclave