Un informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) reveló que los establecimientos rurales en ese país se expandieron en cantidad de hectáreas trabajadas, pero en términos reales de cantidad disminuyeron durante el periodo 2017—2022. Los nuevos datos publicados este martes por esa oficina corresponden al Censo Agrícola local que se realiza cada cinco años y sirve para ver tendencias y cambios a lo largo del tiempo. En él se detalla la cantidad de explotaciones agrícolas norteamericanas y se utiliza para dar forma a las políticas del país sobre la producción y exportación de cereales.
En rigor, según se desprende del censo nacional, en 2022 había 1,9 millones de explotaciones en Estados Unidos, aproximadamente un 7% menos que las 2,04 millones de 2017. El tamaño promedio de las explotaciones agrícolas aumentó de 178 hectáreas en 2017 a 187 hectáreas en 2022.
El secretario de Agricultura, Tom Vilsack, calificó la encuesta como “un llamado de atención” en un evento realizado en la sede del USDA. “Esta encuesta (plantea) la pregunta crítica de si, como país, estamos de acuerdo con perder tantas granjas”, dijo. La consolidación del sector agrícola ha sido una preocupación constante del USDA.
“Estamos en un momento crucial, en el que tenemos la oportunidad de aferrarnos firmemente al status quo o podemos elegir un modelo más nuevo y expansivo que cree más oportunidades para más agricultores”, agregó el secretario en X.
Por otra parte, Vilsack habla a menudo de la necesidad de apoyar las operaciones agrícolas más pequeñas y distribuir mejor los ingresos, que se concentran entre las explotaciones más grandes. El número de campos estadounidenses ha ido disminuyendo constantemente durante varias décadas. Entre 1997 y 2017, por ejemplo, cayó un 8% o alrededor de 200.000 explotaciones agropecuarias, según datos del censo anterior.
La gran mayoría de los establecimientos son propiedad de productores o están alquilados, según muestra el censo. La edad media de los agricultores sigue aumentando y alcanzó los 58,1 años, 0,6 años más que en 2017.
Fuente: La Nación