SAN NICOLÁS.- A lo largo de su vida, un productor agropecuario afronta entre 35 y 40 campañas agrícolas. Para muchas empresas del sector acompañar en cada ciclo es un compromiso que se afronta con gran responsabilidad. Esa es la mirada que tiene Nicolás Brandstadter, gerente de marketing de Nidera Semillas a la hora de definir la importancia en las compañías de trabajar en busca de tecnología de punta.
En esa línea, el directivo explicó a LA NACION que lo que se está viendo es una “adopción constante” de tecnología por parte del productor, donde año a año la propuesta puede venir del lado de las empresas pero otras tantas es el productor mismo quien demanda de esas nuevas prácticas, de esas nuevas tecnologías, de llevar valor al manejo.
“Siempre buscamos en la empresa, por el compromiso que tenemos de que el productor elija llevar nuestra genética a su lote, poder acompañar a esa bolsa una recomendación de manejo que incluya toda la tecnología posible”, señaló.
Según comentó, en la actualidad el sector posee la maquinaria equipada pero que ahora el paso a seguir es trabajar en la ambientación previa a la siembra de esos lotes. “Es decir, dejar de trabajar para ganar densidad fija para ir a la identificación de los distintos ambientes dentro del lote para poder hacer una recomendación de manejo, tanto de densidad de semillas como de fertilización que se ajuste al potencial que cada uno de esos ambientes tiene dentro de este lote”, detalló.
Pese a que la sequía dejó cosechas magras en el sector, Brandstadter señaló que aun así el productor continúa apostando a mejorar su rinde a capa y espada: “Hay dos dimensiones de la inversión, una dimensión que dice cuánto voy a invertir en el lote, pensando en el retorno y en el margen. Sin embargo, los productores que vienen adaptando en los últimos tres años, por ejemplo, el tipo de tecnología de manejo variable dentro del lote, lo que están viendo es que aportan potencial de rendimiento, un aporte muy significativo en estabilidad del rendimiento”.
En rigor, describió que en época donde las precipitaciones eran escasas, “aquellos lotes con estrés que pasaban con este tipo de práctica sufrieron mucho menos que los lotes que trabajaban a densidad fija”. “Eso tiene que ver con que a cada ambiente dentro del lote, le estamos pidiendo recursos en función a su potencial. Entonces, esos productores que vieron sus lotes performar bien en años malos, no tenemos dudas que van a seguir adoptando estas prácticas”, indicó.
En el manejo variable se trata de dejar de manejar el lote determinado a una densidad fija y se pasa a separar en distintos ambientes, con información a la hora de sembrar la semilla y fertilizar el lote para cada metro cuadrado.
“Lo que genera es levantar los techos potenciales del rendimiento, subir los pisos, mejorar la rentabilidad porque hacemos un uso eficiente del insumo semilla y del insumo fertilización. Entonces, los productores que, durante las últimas campañas probaron esta práctica, crecieron de a dos o tres lotes en las últimas campañas, dependiendo del tamaño del productor. Cada año, alrededor de un 10% más de productores que se están sumando a esta práctica que viene creciendo de la mano del aumento en equipamiento”, explicó.
“¿Para qué sirve la información y las recomendaciones de manejo que cada distribuidor proporciona junto a cada bolsa de semillas? El ejemplo es claro, venimos viendo en más de 40 localidades en los últimos tres años que en aquellos lotes en los que hicimos un manejo con densidad variable en maíz estamos observando promedios de 4,5% más de rinde por hectárea”, agregó.
Finalmente, indicó: “En los últimos años, hubo muchos cambios políticos, con una relación de insumo producto que no está en su mejor momento y, en el contexto internacional una fuerte variabilidad de precios en los commodities, altos y bajos. Pero hay una necesidad del productor para mantener y crecer en rindes por un lado. Por otro, tiene una dinámica de mejorar y superarse año a año, no solo en cuanto a rindes sino en su manera de trabajar”.
Fuente: La Nación