En medio de la expectativa de que este año crezca la siembra de soja, entre otros puntos tras el impacto de la plaga de la chicharrita en el maíz que hará derivar superficie a la oleaginosa, en varias regiones agrícolas comenzó a reportarse, debido a distintos factores climáticos, una baja en la calidad de la semilla obtenida en el último ciclo por productores y, algunos casos, empresas. Ante el fenómeno, según los expertos hay que ajustar planteos de siembra, utilizar semilla fiscalizada y hacer el control con fungicidas. En el Gobierno trabajan junto a los semilleros para conocer el nivel de afectación.
Hace unos días, Alberto Marchionni, productor de Hughes, Santa Fe, y dueño de Alberto L. Marchionni SA, alertó a sus clientes sobre esta situación. “En 40 años de dedicarnos a la producción de semilla fiscalizada de autógamas, nunca vivimos esta tormenta perfecta: estrés hídrico, temperaturas muy por encima de lo normal y lloviznas durante la cosecha del cultivo de soja. Hubo que descartar muchos lotes por mala calidad, fundamentalmente en soja de primera. Por supuesto que esta condición también afecta a los productores que hacen uso propio”, describió. Las regiones afectadas fueron el sur de Santa Fe, Santiago del Estero, Córdoba, Entre Ríos y algo del norte de Buenos Aires.
Esta situación la vienen observando en las últimas semanas en los laboratorios de semillas. Agustín Peretti, dueño del laboratorio de Análisis de Semilla Monte Buey, Córdoba, dijo que el problema con la semilla que se va a utilizar en la próxima campaña surgió con las altas temperaturas de enero y febrero. Se esperaba que la calidad mejorara con respecto de lo que había sido el año anterior, que fue catastrófico por la sequía. Las muestras de las semillas que llegaron a su laboratorio últimamente van de regular a malas.
“Es muy difícil conseguir muestras que superen el 80% de poder germinativo, que es lo que se usa para sembrar en la semilla fiscalizada y tener un buen rinde; se busca mucho más para que sea más eficiente la implantación”, explicó Peretti. El año pasado, el laboratorio observó un poder germinativo (PG) y con fungicida de un 81%. Este año, el promedio cayó de PG -sin fungicida- a un 67%, y el PG tratado con fungicida a 73%.
Están aconsejándole al productor que cure la semilla para ver si habrá alguna mejoría. “En algunos casos hay una leve mejoría, pero en otros casos no sucede. Te desorienta; cuando se interpreta ver qué es lo que está afectando al PG, y si se ve carga fúngica, se le recomienda o no curar la semilla”, acotó. A simple vista, la semilla de soja no presenta ningún daño. “Cuando llegan al laboratorio se observa que están todas abajo. El daño no es visible al ojo humano. La soja de segunda fue afectada por el calor, pero se esperaba que la calidad se mantuviera”, precisó.
“Tanto productores como semilleros están muy preocupados porque tienen que salir a sembrar y con todo lo que ocurrió con la chicharrita, se espera que la superficie de soja sea mayor que en otros años, y justo sale esto”, resumió.
Rodolfo Rossi, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja), agregó que a finales de enero y febrero hubo un estrés térmico muy fuerte que en algunas zonas centrales derivó en un proceso con malas condiciones de cosecha que la atrasaron. Esto llevó a un deterioro del grano utilizado para semilla. “Las enfermedades de semilla son latentes, pero se activan ante estas condiciones. Las principales que vemos son Phomopsis y Fusarium. La apariencia física de muchos lotes ya se ve muy deteriorada y otros acusan la situación en los análisis”, remarcó.
En enero pasado, la zona núcleo tuvo temperaturas superiores a los 35°C que causó en el periodo de llenado de la soja un problema metabólico hormonal, donde la planta queda más verde y con menos vaina. “Lo que se ve es un tema ambiental y de hongos; cada lote es un caso, y cada caso necesita una recomendación. Hay test de germinación, vigor y envejecimiento acelerado que son los que simulan el tiempo que la semilla aguanta”, subrayó.
Se esperanzó en que la semilla de algún lado siempre aparece. Explicó que los semilleros siempre tratan de diversificar riesgos y sembrar en diferentes regiones. Entre otras recomendaciones, ponderó el uso de fungicidas durante el ciclo de la planta. Aclaró que todas las variedades son diferentes.
Fernando Giménez, coordinador del programa de Cereales y Oleaginosas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), apuntó: “Los productores salen a comprar semilla, porque la que está no alcanza. Las enfermedades detectadas son las de fin del ciclo que actúan con los brotes todavía húmedos”.
En la Argentina se calcula que un 30% de los productores acceden al mercado de semilla fiscalizada, que sí tiene parámetros de calidad. “El resto es ilegal, cubierto por el uso propio; cuando pasan estas cosas tenemos estos problemas. Esto se sumó a la tormenta perfecta de la baja de disponibilidad de semilla y el aumento brusco de la superficie de la soja; es una gran combinación. Esto se convierte en un problema cuando no hay una legislación de semilla clara o que no se cumple”, extendió.
El Gobierno trabaja en un relevamiento con los semilleros para conocer el nivel de afectación que puede haber a nivel nacional. En caso de que falte semilla fiscalizada se empezará a pedir semilla identificada, pero hasta ahora no ha habido una demanda por ello.
Como todos los agrónomos al tanto del problema, Marchionni recomendó: “Hay que buscar la mayor calidad de semilla fiscalizada, conocer la carga de patógenos para utilizar funguicidas específicos, drogas que no afecten la germinación a través de tratamiento profesional de semilla, en todo la secuencia de trabajo utilizar cintas (no tratamiento a campo con sinfines). Sobretodo, es muy importante consultar al técnico asesor”.
Fuente: La Nación